
CHICAGO.– El clima del tercer día de la edición 2013 del Festival Lollapalooza es propicio para el color y los bikinis. Lo sorprendente es que los colores agresivos como el rojo, el amarillo fosforescente o el dorado no los portan las mujeres sino el sexo masculino. La oleada hipster está en plenas funciones dentro del verano de Chicago. No obstante, no crean que las mujeres están sin talentos al vestir en estos días; vestidos vaporosos, shorts pimpeados por ellas mismas y sombreros o diademas que acompañen a su brillantina y colores pastel que, de forma estratégica han implementado en su cuerpo.
Este tipo de adornos corporales se puede notar de forma clara desde un inicio del soleado domingo. En el escenario Red Bull –marca que, a propósito, decidió invertir grandes cantidades de dinero en la promoción de sus artistas con sendos espectaculares alrededor del venue– aparece Astro, la única propuesta latinoamericana dentro de este festival. Su interpretación la hacen con decoro y hasta con duende, pero no tienen suerte.
La fortuna se encuentra del otro lado del festival con los Palma Violets, ingleses que han crecido enormemente en calidad y base de fanáticos entre Coachella y Lolla. Ahora, ya no son 20 personas las que están al inicio de su set, son cientos, todos ellos muy compenetrados con la propuesta musical. La banda cumple y se gana al auditorio.
Caso contrario de Jake Bugg. En unión del folk y el rock, el inglés ejecuta con perfección, pero sin chispa. la gente lo ve pero no se mueve. El rayo no cae en donde se espera. Lástima.
Algo parecido sucede con Alex Clare. De tono enorme y talento prodigioso, eleva a la gente a su alrededor. Lo hace bien, pero le falta la canción que se convierta en su himno, Será por eso que muchos de los asistentes a esa zona de Lolla usan su presentación para tomar el son mientras llega el turno de Baroness o, en su defecto, hacen fila para poder conseguir un autógrafo.
En la carpa de prensa se saben cosas, se informa de los planes de Vampire Weekend de ir más allá de Corona Capital y del entusiasmo de Phoenix de regresar a México. A diferencia de otros tiempos, la prensa mexicana anda dispersa, De hecho, toda.
Lianne La Havas comienza su show con la canción que el primer ministro Cameron escogiera para regalarle a Obama y miembros de selecto club. El acierto es enorme, tanto que, incluso los que no la conocen, se hipnotizan del color de voz.
Wavves marea a los presentes y el Two Door Cinema Club va tendiendo aun más la red para que esta sesión de Lolla sea dominada por el talento inglés.
Claros y oscuros
Alt J lo corrobora a un kilómetro de distancia. Un disco los ha convertido en la siguiente gran cosa dentro de un género lleno de colores, guitarras acústicas y sintetizadores. Llenan la expectativa y los oídos. Para cuando esto salga publicado, ellos estarán en México DF. No dudaría que siendo allá, también, la siguiente gran cosa.
Caso contrario son los Vaccines. Todo para crecer y se quedan a la mitad en la misma tonada que sorprendió a todos hace un par de años. Será por ello que, como a Clare, los usan como música de fondo mientras el escenario de enfrente se llena de flores y espejos para presentar a Vampire Weekend.
A lo lejos, una banda nueva, pero que añora los noventa atrapa a aquellos que serían adultos contemporáneos de no ser por que apenas son adolescentes. DIIV atrae la vibra de ese entonces y la explota para una generación ávida de pasado creado en el presente y que ellos llaman vintage.
En la antípoda, Grizzly Bear lucha por ser esa banda que sorprende a Pearl Jam por irse de lo tradicional. Lo logra a medias. Su sonido suena viejo. Más, incluso, que lo que será el final de la jornada.
Beach House y Major Lazer cumplen con el papel de forma cronometrada. De hecho, Diplo y compañía siguen como la mejor banda de boda de todos los tiempos. El problema es que, si vas a muchas bodas, te sabes lo que hará el grupo versátil. Nada bonito.
El final del festival se divide en cuatro. Knife Party hace la labor electrónica con propiedad y sin mucho aspaviento. Cat Power hace un papel más decoroso y memorble que aquella actuación en Corona Capital.
La carne del festival se la juegan los franceses de Phoenix y aquella banda mítica que ya tocaba aun antes que la mayoría de los asistentes a Lollapalooza hubieran sido concebidos.
Los galos cumplen y hasta de mejor forma que en otros festivales. Tal vez porque no tienen sobre ellos el fantasma de sus amigos de Daft Punk.
La historia está en el final con The Cure. Robert Smith y pandilla hacen un concierto redux de aquella presentación en el Foro Sol. No tienen cinco sino sólo dos horas para repasar éxitos, lados b, temas para iniciados e himnos. Lo logran y, además, se anotan otro éxito. Lollapalooza baila a su ritmo. Sí, baila, algo que a muchos darks no se les da.
Hasta ese color se ve para cerrar Lollapalooza.
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